Los traidores sindigarcas más sucios que un pañal: Lobos cuidando el gallinero la CGT cómplice del coimero de Milei ahora dice que va a defender a los trabajadores

Los mismos “Gordos” que hicieron la plancha mientras que los sueldos se licuaban durante la última gestión kuka, prometen tomar medidas en contra de la reforma laboral de Javier “Jamoncito” Milei

Este lunes, la cúpula de la CGT prometió “medidas que no van a ser muy amables” ante la reforma laboral del gobierno de Javier Milei, y la ironía saltó a la vista: ¿ese mismo cuerpo que hizo la plancha durante los cuatro años del Gobierno de Alberto Fernández, mientras los salarios se esfumaban en el aire, tiene ahora la firme intención de salir a defender a los trabajadores?

Según un informe del Universidad Austral, la gestión de Fernández quedará registrada —para la historia del sindicalismo argentino— como la primera desde 1983 en la que la CGT no convocó un solo paro general, a pesar de atravesar una prolongada crisis económica, alta inflación, pérdida de salario real, aumento de la pobreza y la indigencia. Ese silencio no pasó inadvertido: muchas voces lo interpretaron como un gesto de complacencia, complicidad o —en el mejor de los casos— de incapacidad de reacción.

Sin embargo, a los “Gordos” les falla la memoria, y ahora quieren imponerse como los paladines de los derechos del trabajador, cuando no solo se hicieron los “dolobus” durante la gestión de “Alverso”, sino que también están dejando que Milei ajuste y presione a su antojo sin más que alguna que otra reacción de cotillón para salvar las apariencias.

En ese sentido, la secretaria de Derechos Humanos de la central habló de judicializar medidas que consideren regresivas, convocar a su consejo directivo para definir cursos de acción, y advirtió que “no serán muy amables”. Es decir, el mismo plan de siempre: amenazas vacías que se dilatan con el tiempo y nunca llegan a concretarse, ni mucho menos a traducirse en beneficios para el laburante.

Pero la pregunta vuelve: ¿por qué tanta firmeza de cotillón recién cuando ya hay un gobierno de signo ideológico antagónico al kirchnerismo? ¿Qué motivó el silencio cómplice durante una década de crisis económica bajo un gobierno que —al menos nominalmente— era aliado sindical?

La “reactivación” de la reacción -tibia, ineficiente y poco decidida- sindical suena a oportunismo tardío, a una defensa que responde más a la amenaza a sus propios privilegios institucionales que a una genuina defensa de los trabajadores. En ese marco, la CGT aparece como lo que siempre fue para algunos: “lobos cuidando el gallinero.”

El fracaso de las organizaciones sindicales para defender los derechos de sus afiliados es un doble golpe. La CGT puede -y debe- jugar un rol central en la defensa de derechos laborales ante cualquier intento de reforma regresiva. Pero su historial reciente demuestra que ese rol depende más del Gobierno de turno que de los intereses reales de la clase trabajadora.

Si los “Gordos” solo actúan cuando hay riesgo para su propia institucionalidad o cuando el gobierno le resulta adversario, más que una central obrera termina pareciendo un actor de conveniencia.

La verdadera prueba de fuego del poder sindical no serán los discursos ni las amenazas de palabra sobre “medidas no muy amables”, sino la capacidad de traducir ese discurso en paros contundentes, movilizaciones masivas, presión real sobre diputados y senadores, y —muy por encima de todo— la recuperación del salario real, algo que parece definitivamente inalcanzable por ahora.